lunes, 3 de julio de 2017

Una película -¡discutible!- sobre Ignacio de Loyola

 


Una película sobre san Ignacio de Loyola se estrenó hace pocos días en los cines de toda España. ¿Qué hay que decir sobre ella?

Hacer cine religioso es muy difícil. Traducir la espiritualidad en imágenes, resulta una tarea muy ardua. Los que tienen una idea previa sobre el tema, difícilmente la ven reflejada en las imágenes de la película; en cambio, a los que no arrancan de ninguna experiencia previa para el visionado de la película, les cuesta mucho entrar en la problemática espiritual que se pretende poner al descubierto. Para colmo, el que conoce mucho el tema, siempre se sentirá frustrado por los pobres resultados que para él obtiene la película. Todo esto ocurre con esta ambiciosa producción.



Ambición en el intento
Esta película, dirigida por el filipino Paolo Dy y protagonizada por el joven actor español Andreas Muñoz, proviene de Filipinas, de una productora, Jesuit Communications, dependiente de una Universidad de la Compañía de Jesús en aquel territorio. Viendo el despliegue de medios de la película, resulta claro que en Filipinas los jesuitas son poderosos.

La película está rodada sobre paisajes de España y de Filipinas, lo cual supone un sobrecoste ya importante. Pero, además, el vestuario, la reconstrucción de la guerra, la música, el montaje, todos los detalle externos, denotan que no se han escatimado medios para conseguir una reconstrucción verídica y ambiciosa. Al final de la proyección, los muchos minutos y el detalle minucioso de los carteles de crédito dejan muy clara la cantidad algo desmesurada de intérpretes, personajes auxiliares de las más variadas especialidades, escenarios, colaboraciones de todo tipo, en una secuencia interminable de acreditaciones. Por ejemplo, de la orquesta intérprete de la música, se enumera la larga relación de nombres de todos los profesores intervinientes.

La ambición con la que la película está producida ayuda a una buena reconstrucción histórica de la época, facilitando mucho al espectador el entrar en los diversos ambientes de la película: el infantil y juvenil, en Loyola; el palaciego, en la Corte; el guerrero, en las murallas de Pamplona; el del herido y el converso, en Loyola de nuevo y en Monserrat y Manresa. De la vida ya conversa de Ignacio, sólo hay un fugaz paso por Barcelona y Alcalá y unas largas secuencias en Salamanca, abandonando ya al personaje a sus 34 años, cuando aún no se ha desplazado a París para proseguir sus estudios. Al futuro posterior de Ignacio sólo se le dedica un atropellado montaje de fotos fijas, probablemente ininteligibles para el desconocedor de toda la vida de Ignacio.

Resultados discutibles
Dudo que el no familiarizado con la vida y la espiritualidad de Ignacio, llegue a ser cogido por el personaje y saque una suficiente comprensión y entusiasmo por lo que el personaje significa. Al conocedor de la vida de san Ignacio le chocan mucho las licencias probablemente excesivas sobre su biografía: toda la película está montada sobre reproducciones de páginas de un supuesto diario de Ignacio, inexistente y solo inventado; la vida infantil, con el sueño reincidente sobre una espada, es sólo puro invento imaginativo; el trato de Ignacio con la mujer, casto y contenido con una princesa con la que apenas se rozó en su vida real, lascivo y procaz con prostitutas, tuvo algún fundamento remoto en su vida de corte, pero está sobredimensionado y minuciosamente desarrollado; en el juicio ante la Inquisición de Salamanca se entremezclan unas inventadas escenas de penitencias y disciplinas, de efectos muy dudosos sobre el espectador. La imaginación juega casi más que la historia en la narración de la vida del personaje.

Una persona me ha dicho que se emocionó hasta la lágrimas con la película, pero concretó que era sobre todo porque le recordaba la visita que una vez hizo a Loyola. Un jesuita me contó que había ido a verla con varios amigos no jesuitas pero muy cercanos a la Compañía de Jesús, y que a él, tal vez por el mayor conocimiento de la vida de Ignacio, fue al que menos la gustó la película.

Valoración difícil
Una valoración global de la película no resulta fácil. Tiene sin duda méritos, como los señalados en la producción y la reproducción de épocas y ambientes. El film además esta bien narrado, con un montaje atrevido pero muy medido, que hace que se siga con cierto interés todo el desarrollo. Pero la película ofrece muy poco, al que conoce bien la vida de Ignacio; y tal vez, al que no conoce la figura de Ignacio, le exija demasiados sobreentendidos y añadidos de interés que la película no proporciona.

Desconozco los datos concretos de su éxito comercial. El día de su estreno, el 16 de junio, con una distribuidora, European Dream Factory, que sacó músculo económico para presentarla simultáneamente en la práctica totalidad de las provincias españolas -después de unos sonados pre-estrenos en las basílicas ignacianas de Loyola y Manresa-, he leído que alcanzó una recaudación global de 72.000 €, una cifra que no sé calibrar si resulta prometedora o desastrosa. A la sesión que yo asistí, la primera del primer día del estreno, sólo asistimos tres personas; en el buen cine en el que se presentó en Huelva, no llegó a durar una semana en cartel.

¿Qué decir de esta película? Un esfuerzo muy notable, en la producción. Un conjunto siempre digno, aunque con resultado comerciales y de público algo inciertos. Tal vez en un segundo visionado de la película, se llegarían a descubrir valores imperceptibles a la primera. En cualquier caso, esta película quedará siempre para poder presentar visualmente con dignidad la vida de San Ignacio de Loyola.

  

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