sábado, 25 de febrero de 2017

Ha muerto un santo

 

Resulta fuerte decir que "ha muerto un santo". Más amortiguado parecería quedar el sentido de la frase con la expresión "ha muerto un santo varón", pero uso la frase extrema porque la persona que ha muerto desborda los moldes adocenados y se introduce en el esquema de lo extraordinario e insólito.
El que ha muerto es José Martin, un jesuita que no era Sacerdote sino Hermano. Y lo que resulta insólito y extraordinario en él es que, sin ser sacerdote, es una figura de una dimensión igual o superior a la de todos los presbíteros, doctores, profesores, Superiores y otros puestos de relumbrón existentes en la Compañía de Jesús.
La vida de José Martín no contiene importantes hechos destacables, pues es aparentemente muy vulgar. Comenzó, eso sí, hace mucho tiempo, pues ha muerto a los 98 años cumplidos, siendo al morir uno de los más viejos jesuitas españoles.
Antes de entrar en la Compañía de Jesús vivió una vida intensa, pues fue reclutado desde su Alhama de Granada natal por el Gobierno Republicano para alistarse en el ejército y tomar parte en la Guerra Civil, pero pasó al final al ejército contrario en el que tuvo que prolongar el servicio militar -una vez terminada la Guerra- durante un periodo superior a los 4 años. El recuerdo de estos años intensos -sin hablar mal de ninguno de los dos ejércitos en los que militó- lo tuvo siempre muy vivo, como todas las personas que vivieron personalmente los años de la Guerra.
Ya como jesuita, lo que caracteriza más la trayectoria externa de su vida es el periodo tan prolongado que pasó en los muy pocos "destinos" que tuvo en su larga vida. En El Puerto de Santa María, donde entró e hizo el Noviciado, permaneció 8 años; en Granada, ayudando en la Faculta de Teología, estuvo 17 años; en la Residencia y Parroquia de los jesuitas de Jerez, 11 años; y en las parroquias que la Compañía lleva en la barriada extrema de Sevilla, en Torreblanca, 32 años. Unas estancias tan dilatadas dejan claro que en todos sitios estuvo sin ofrecer problemas a los demás, sólo preocupado por servir a todos desde el oficio que le encomendaban. Fueron tareas humildes casi todo el tiempo, como zapatero en El Puerto y como portero en Granada, sin mostrar nunca apetencias por ocupar puestos y trabajos de más relieve.
En Jerez y en Torreblanca, Comunidades apostólicas pequeñas y sin tareas internas domésticas, mostró una creatividad del todo inusual. Sin contar con especial preparación previa, montó primero una doméstica academia para enseñar a escribir a máquina y, cuando las máquinas de escribir dejaron de usarse, se atrevió a empezar a enseñar el uso del ordenador. Esta tarea docente profesional, que le requería a él mismo un denodado esfuerzo previo de aprendizaje, la acometió porque estaba convencido que a los niños, jóvenes y adultos que acudían a su "academia" les ofrecía algo útil para que pudiesen empezar a trabajar con más facilidad y, también, porque le deparaba unas ocasiones de contacto que él, humildemente y sin molestar, aprovechaba para "hacer apostolado", para invitar al camino del bien y de la religión.
Lo que hace "santa" la vida del H. Martín es, sobre todo, lo que dejaba entrever en su trato con los demás, tanto jesuitas como no jesuitas. Sólo buscaba agradar, ponerse a disposición de los demás. Siempre estaba dispuesto a lo que se le pedía o se le insinuaba, pues no había que rogarle mucho cualquier tipo de ayuda que se le requería. Ni conjugaba mucho el verbo "querer" ni usaba casi nunca el pronombre "yo", pues siempre estaba contento con lo que le daban o se le ofrecía. No era nada mojigato, ni ensimismado en si mismo, pues tenía un fino sentido del humor y gustaba además de la cariñosa broma con los demás. No obstante, tenía un carácter entero y fuerte, muy bien dominado en general pero que en ocasiones dejaba entrever a lo que había sometido su natural forma de ser. Era extraordinariamente austero en su vida, bien trajeado y encorbatado normalmente pero viviendo siempre sólo con lo más estrictamente indispensable. Lo más impresionante en su vida, con todo, era su totalmente asimilada y plenamente natural familiaridad con Dios, no sólo porque hacía constantes "visitas" a la Capilla durante el día sino porque hablaba de Dios con plena naturalidad, como de un amigo del que se sentía siempre y a todas horas acompañado.
Por todo esto era "santo" en su vida el H. Martín. No sería extraño que -en el futuro-  pueda ser también algún día declarado oficialmente santo. Hasta ahora, a la pregunta de "¿Cómo estás?", que se le hacía cuando ya estaba muy envejecido, siempre respondía: "¡¡Vivo!!". En el futuro, sin poder ahora responder a esta pregunta, ya está vivo para siempre. Descanse en paz.

sábado, 18 de febrero de 2017

Entrevista a un hombre de mi edad


Me ha sorprendido mucho en estos días una entrevista hecha a un hombre de mi edad. Lo que me ha llamado la atención es ver en boca de otra persona ideas y vivencias que también participo, probablemente por la coincidencia exacta de edad.

Es un hombre famoso, Claudio Magris, y su extensa entrevista ha aparecido en El País Semanal, firmada por un para mi desconocido, José Andrés Rojo. El personaje entrevistado es muy conocido por su abundante obra literaria (novela, ensayo, teatro y otras obras de difícil clasificación), por su ocasional paso por la política italiana y por los importantes premios que ha recibido en su vida, entre ellos el Príncipe de Asturias. Pero lo que a mi más me ha impresión no es el anecdotario de su vida ni el valor de su obra literaria, que desconozco por completo, sino su forma de pensar y las experiencias personales que cuenta, que me han evocado ideas y experiencias también propia para mí. Me ha sorprendido mucho las coincidencias que crea el haber nacido ambos en el ya tan lejano 1939.

Vid normal. Por lo pronto, constato que ese hombre tiene todavía una via normal, no invadida ya por las consecuencias de la vejez. La entrevista se la hacen al personaje en Madrid, adonde ha acudido desde Italia a recoger un premio recientemente concedido. Sigue trabajando y habla de las generaciones más jóvenes que él y de los jóvenes a los que enseña. La edad bien llevada no es un obstáculo para seguir viviendo y hasta trabajando, ya casi exclusivamente en lo que más gusta.

Arranque, después de la guerra . El haber comenzado a vivir y a tomar conciencia después de una guerra -en su caso, de la europea; en el mío, de la civil española-, influye notablemente en la persona que se está abriendo a la vida. "Me libré de la guerra de los combates, no tuve que sufrir directamente en ningún frente, dice el personaje. Cuando fui joven me tocó una sociedad llena de libertad". Siempre he percibido con claridad que los que no vivimos directamente la guerra, ni tenemos recuerdos directos de lo que ella supuso, somos totalmente diferentes de los auténticamente traumatizados por el recuerdo personal de la guerra y de sus directas consecuencias. Siempre pensé que España no sería del todo diferente hasta que no desaparezcan los que tienen recuerdos omnipresentes de la guerra.

Enfrentamientos ideológicos. El haber nacido en Trieste, ciudad en la que se entrecruzan el comunismo yugoslavo de entonces, la influencia alemana, la democracia europea y la fuerte impronta italiana, le produce a Claudio Magris un poderoso influjo en su vida y por lo que dicen en su obra. Recuerdo también de la infancia una convivencia muy connotada por los que éramos descendientes inmediatos de los que se habían enfrentado en la guerra. No se me olvida el "A mi padre lo mató un criminal", dicho por un compañero de escuela al que le habían matado el padre en la inmediata postguerra.

¡Juventud!. En todos sitios, la juventud pasa por semejantes trances. Cuenta Magris que, a sus 14 años, le preguntó un profesor sobre algo relacionado con Alemania y que, cuando empezó su respuesta diciendo: "Yo pienso...", el profesor que era alemán le cortó tajantemente: "¿Qué vas a pensar tu, miserable? Deja de pensar".

Recuerdo y efectos del 68 La Revolución del 68 impresionó mucho a los pertenecientes a esta generación. Magris reconoce que, al producirse en París, le quedó algo lejos ("No me tocó nada del 68 más agresivo, violento, sino algo muy pequeño"), pero reconoce su influencia al producirse y su desvirtuación posterior: "Lo viví como una extraña mescolanza: un montón de impulsos por la liberación, pero que, al final, han conducido al triunfo universal del consumismo". Una impresión muy precisa y acertada de los que observamos también desde lejos este acontecimiento.

Evolución de la democracia. Magris desea "no estar pendiente de lo que va a venir y aprender a disfrutar de cada momento", pero afirma también que esto "no es fácil". Mirando la realidad de su Italia, observa algo también afirmable para nuestra España: "Toda la cultura democrática en la que me reconozco, daba por sentado que existía una ciudadanía politizada a la que había que había que convencer para obtener su voto". Pero el panorama actual ha cambiado. "Ahora lo que ha aparecido es una amplia población que vive por debajo, o al margen, de cualquier tipo de comprensión de lo económico, de lo cultura, de lo público". Con este amplio y diferente espectro de la población es con el que ha logrado conectar Donald Trump y con el que, de algún modo, supo sintonizar también el italiano Berlusconi. El cambio sociológico se ha producido, y todos intentan ahora (dentro y fuera del populismo)conectar con esta nueva realidad.

Valores muy claros. "Por mi edad y por mi educación, yo soy un hombre del siglo XX y sé, o creo saber, cuales son los valores que defiendo y por los que estoy dispuesto a luchar". Todos los que han vivido sus mejores años en el siglo XX, podrán confirmar probablemente esta afirmación.

La situación ha cambiado. Una cita más larga, muy claramente generacional: "No me dejo turbar por los cambios que se están produciendo, pero me preocupa por lo que se puede perder. Hoy los instrumentos políticos con los que se libran las batallas están en la web, en las redes sociales, que es donde se está creando la opinión pública. Y en ese ámbito me encuentro como un combatiente que está fuera de lugar, que utiliza el arco y las flechas en un mundo donde ya solo sirven las pistolas y los fusiles". Una observación suscribible seguramente por todos lo que son mayores.

Voluntad de optimismo. Resulta difícil para los que son mayores tener optimismo. El paradigmáticos Magris se reconoce "pesimista con la razón y optimista con la voluntad. Creo que la voluntad de construir, de crear algo distinto, es lo que da sentido a nuestro presente. Yo he crecido con esta fe en la utopía". Con este planteamiento, afirma con esperanza: "Hay un porvenir que puede cambiar el mundo... Sigo creyendo que el futuro se puede conseguir".

Las opiniones de este personaje me han impresionado por las coincidencias. Resulta sorprendente todo lo que hace confluir una misma pertenencia generacional. Echo de menos más campos de reflexión. La entrevista no toca para nada el campo determinante de lo religioso. Pero lo apuntado basta para concederle un interés máximo. El parecer ajeno ayuda a clarificar el propio.

 
 


sábado, 11 de febrero de 2017

Irregularidades, ¿aceptables? ¿aceptadas?

 


           La intransigencia es la tentación más fuerte del que tiene que aplicar una norma. El intransigente siempre parece tener razón, porque aplica la norma a rajatabla. No le queda la intranquilidad de haber sido demasiado benévolo. Aplicando la norma teórica, cree haber resuelto adecuadamente el caso concreto. Pero olvida el viejo principio de que "summun ius, summa iniuria", de que no hay mayor injusticia que el cumplimiento máximo de la ley.
 
           Esta elemental reflexión viene al caso ante las interpretaciones que está teniendo la doctrina completa vertida por el Papa Francisco en su escrito Amoris Laetitia, La Alegría del Amor. Cuatro cardenales han mostrado las "dudas" que les plantea la comprensión completa de este escrito. A un cura de a pie le he oído estos días sentenciar: "lo que está claro, está claro; pues no se soluciona todo recurriendo a la misericordia". El mismo Francisco afirma en su Exhortación que "comprendo a quienes prefieren una pastoral más rígida, que no dé lugar a confusión alguna" (308). Aplicar el "responsable discernimiento personal y pastoral"(300), en el acercamiento a cada caso, es más difícil y más laborioso que la mera aplicación de normas inflexibles. Pero observa también Francisco que "un pastor no puede sentirse satisfecho sólo aplicando leyes morales a quienes viven en situaciones `irregulares´, como si fueran rocas que se lanzan sobre la vida de las personas"(305). Con razón otro cardenal, Fernando Cardenal, ha matizado que las "dudas" de sus cuatro compañeros en el cardenalato son "dudas dudosas".
 
          Las "irregularidades", el problema
         La dificultad surge cuando se producen las conductas irregulares, las transgresiones contrarias a la norma. Cuando se vive dentro de la norma, no surgen ataques ni condenas aunque encubran situaciones del todo lamentables. En el caso de la Amoris Laetitia, las irregularidades están en los separados de su primer matrimonio que se vuelven a casar o en los que ya viven juntos sin haberse casado. La casuística es mucho más compleja, y el escrito papal no lo mide todo por el mismo rasero, describiendo mucha variedad de situaciones(298). Pero el problema grande se plantea cuando un irregular pretende hacer frente a su situación sin salirse de la Iglesia, sin dejar incluso de acercase a los sacramentos. ¿Son aceptables estas irregularidades?, es la gran pregunta. ¿Son aceptadas, de hecho, por el Papa Francisco?

          El discernimiento, el principio de la solución
         Francisco recuerda que "es mezquino detenerse sólo a considerar si el obrar de una persona responde o no a una ley o norma general", porque "discernir" en concreto si hay o no "plena fidelidad a Dios" es algo mucho más complejo(304). Para iluminar este problema se remontan a la autoridad lejana de Santo Tomás de Aquino (siempre más luminoso que sus propios seguidores, los tomistas), que afirma que los "principios generales" siempre están más claros que los "casos particulares": "En el ámbito de la acción, la verdad o la rectitud práctica no son lo mismo en todas las aplicaciones particulares, sino solo en los principios generales ... Cuanto más se desciende a lo particular, tanto más aumenta la indeterminación"(304, con la correspondiente cita de la Suma Teológica).
 
           Moral abierta
         Francisco repite hasta la saciedad que el "principio general" lo tiene muy claro la Iglesia, que el matrimonio es indisoluble y para siempre: "El matrimonio cristiano, reflejo de la unión de Cristo y su Iglesia, se realiza plenamente en la unión de un varón y una mujer, que se donan recíprocamente una amor exclusivo y en libre fidelidad, se pertenecen hasta la muerte y se abren a la comunicación de la vida"(292). Pero la afirmación diáfana de este principio no le impide ver también que los casos irregulares, que las "otras formas de unión contradicen radicalmente este ideal, pero algunas lo realizan al menos de modo parcial y análogo". Precisamente por esto, el Sínodo (al que continuamente se remite el Papa en todo su escrito), "no deja de valorar los elementos constructivos en aquellas situaciones que todavía no corresponden o ya no corresponden a su enseñanza sobre el matrimonio"(292). Esta constatación deja abierta la moral, para que en cada caso se pueda discernir la solución más viable.
 
           La excepción confirma la regla
         Esta vieja sentencia castellana quizá ilumine el planteamiento general de toda la Exhortación. Aunque no de forma taxativa, el escrito Amoris Laetitia, después de muchas precisiones y matizaciones, afirma que "a causa de los condicionamientos o factores atenuantes, es posible que, en medio de una situación objetiva de pecado -que no sea subjetivamente culpable o que no lo sea de modo pleno-, se pueda vivir en gracia de Dios, se pueda amar ... recibiendo para ello la ayuda de la Iglesia"(305), y en la nota 351 añade a este texto que la ayuda que puede prestar la Iglesia, "en ciertos casos, podría ser también la ayuda sacramental". Estas situaciones no dejan de ser la excepción, pero, pensando en "la misericordia de Dios, que no es negada a nadie"(300) y en el buen pastor que también busca a la oveja perdida, es "pastor de cien ovejas, no de noventa y nueve" (309), deja la puerta abierta para el acercamiento del irregular a los sacramentos cuando un honrado discernimiento descubra que existen causas justificadas para ello. El que la puerta ha quedado abierta para estas excepciones lo han destacado fehacientemente los obispo de Argentina (Ecclesia, 3.851, 1 Octubre 2016, p27) y de Alemania (Vida Nueva, 3.023, 11 Febrero 2017) en los públicos comentarios que han publicado sobre la Exhortación papal, la argentina con expresa aprobación posterior de Francisco. El Papa ha querido con todo clarificar que la excepción, "aquello que forma parte de un discernimiento práctico ante una situación particular, no puede ser elevado a la categoría de norma"(304) y, por tanto, que "de ninguna manera la Iglesia debe renunciar a proponer el ideal pleno del matrimonio, el proyecto de Dios en toda su grandeza"(307).
 
           Lectura completa
         En la edición que manejo, el escrito papal tiene 297 páginas. Sospecho que la lectura de todo el documento no es muy frecuente. Es imposible resumir y ser fiel a un escrito con tantos matices. Termino recomendando la lectura completa de este escrito, que, en todos sus apartados, constituye un inmejorable canto a la belleza y riqueza del matrimonio. Merece la lectura y merece algún comentario más a algunos de sus contenidos. Así lo espero hacer. 


viernes, 3 de febrero de 2017

POBREZA, ¿también sofisticada?


          
He leído estos días un par de artículos sobre la pobreza que me han llamado mucho la atención. Pensaba que la pobreza era una realidad simple y elemental, como el agua o el pan, pero me ha sorprendido constatar que es un concepto complejo y diversificado, en el que caben también indefiniciones y márgenes menos claros.
          Dario  Mollá es un jesuita que suele reflexionar muy bien periódicamente en un blog y que publica además ocasionalmente libros de interés sobre temas de espiritualidad y de la Compañía de Jesús. Estas pasadas Navidades ha dejado abierta una reflexión sobre “Pobres en Navidad: La prueba del 9”. En unos días en los que “pega” hacer alguna alusión a la pobreza, ha desenmascarado algunas posturas que, más que acercarse al pobre, usan de la pobreza en beneficio propio: famosos deportistas que cobran sueldos de escándalo, y nos dicen  lo impresionados que están por el sufrimiento de los niños de Alepo; cenas masivas de “pobres” organizadas por instituciones civiles y eclesiásticas (ahora ya no basta “sentar un pobre a la mesa” navideña, sino que hay que sentar a 300 o 400 para que la cosa tenga eco mediático); jerarquías de todo tipo que desembarcanen las cárceles para “visitar” a víctimas de injusticias silenciadas y/o consentidas 

          Se comprende bien su actitud ante todo esto: Me quedo con la impresión de que esto de los “pobres” se ha convertido en un elemento más del inmenso decorado que es la Navidad en nuestra sociedad. Como el belén, el árbol, las luces y las bolitas.   Y añade con humor e ironía que habría que aplicar a todas esta manifestaciones, como se hacía en la antigua escuela a las operaciones matemáticas, la prueba del 9;  esto es, habría que comprobar qué queda de todo eso, y qué pasa con todo eso, a partir del 9.  Del 9 de enero, cuando empiezan las rebajas. O del 9 de febrero, o del 9 de junio, o del 9 de  septiembre.  La pobreza aparece así desfigurada, es manipulada su cruel realidad y es usada en beneficio del que se atreve a traerla a sus labios. Concluye: “La prueba del 9 es la prueba cotidiana para verificar si nuestro Jesús es el del evangelio de Navidad, o si nuestra Navidad es la del evangelio de Jesús.

          El otro artículo que me ha hecho reflexionar sobre la pobreza es el de un periodista, Martín Caparrós, que incluye en El País Semanal un breve Perfil sobre “La invención de la necesidad”. Frente a los pobres, que intentan rellenar los huecos de sus claras necesidades, los descubridores de nuevas actividades empresariales (las que sin esfuerzo por la traducción llaman star-ups), intentan crear nuevas necesidades para que sus nuevas y revolucionarias empresas las satisfagan. Una revista especializada ha elegido las 100 mejores star-ups europeas en 2016, entre las que se encuentran las dirigidas, por ejemplo,  a convertir el teléfono móvil en llave de tu casa, conseguir en tres clips del ordenador averiguar la enfermedad que tienes, llevar verduras o vinos  a la propia casa en sólo dos horas, etc, etc. El secreto de estas nuevas empresas está en descubrir nuevos apetitos, en crear nuevas necesidades, para que la original nueva empresa las satisfaga, rellenando así cómodamente los nuevos huecos previamente fomentados. Es una rebuscada sofisticación de la riqueza, convirtiendo también en extraña y anticuada la pobreza que sólo pretende rellenar los huecos que desde siempre han tenido vacíos los pobres: la comida, el vestido o la vivienda...
         La pobreza y la riqueza no se manifiestan ya como realidades simples y elementales. Y es que en el mundo actual tampoco es simple ni siquiera el agua: en Manchester, conocí hace ya años un señor que tenía una industria del agua, con 27 modalidades diferentes de tratamientos del agua; ni es simple tampoco el pan, pues las sofisticadas panaderías actuales –tahonas, vuelve a denominarlas un gran supermercado- distribuyen variedades muy múltiples de pan; un estanquero amigo me dice que vende en su pequeña tienda hasta 300 productos diferentes. Nada es ya simple y elemental.

          La complejidad de la realidad de la pobreza, la inexistencia de realidades muy simples, ayuda a vislumbrar el concepto teológico más difícil, la idea de Dios. Un bello libro de Gerard W. Hughes (merece un comentario aparte), El Dios de las sorpresas, afirma que Dios desborda siempre la capacidad humana de pensar:  la teología más elaborada, “si no está fundamentada en la verdad básica de que Dios es un misterio, nuestro elaborado sistema se convierte en una sofisticada forma de idolatría”. En el mismo libro se afirma: “Sentimos constantemente la tentación de hacer a Dios a nuestra imagen y semejanza, de divinizar nuestra estrechez de miras y nuestra importancia y después denominarlo “voluntad de Dios”. Dios es misterio, una palabra atractiva, y Dios nos llama a salir de nuestra estrechez de miras” (Sal Terrae, 2012, pp 73 y 75).

Si la aparentemente simple idea de la pobreza cubre hoy realidades tan distintas, si todo es ya sofisticado en el mundo actual, no se puede hacer infantilmente simple lo que es más complicado, el “Dios de las sorpresas”.