domingo, 23 de febrero de 2014

OBJETIVIDAD, ¿IMPOSIBLE PARA LA PRENSA?

          ¿Es imposible dar una noticia con total objetividad, sin intervención de lo subjetivo? La discusión es eterna, pero ahora se ha actualizado con el tsunami de la revolución tecnológica.
           La irrupción del internet, con el que en pocos segundos se da a conocer a todos lo captado por un teléfono móvil, altera esencialmente el sentido de la noticia y permite a cualquier ciudadano convertirse en un periodista. Del periodismo profesional, en el que había unas depuradas técnicas de obtención y de acreditación de la noticia, se ha pasado al que se ha llamado periodismo ciudadano, en el que todos pueden intervenir y en el que la pretendida noticia se puede verter en cortos mensajes de twitter o en improvisados comentarios en los blogs que se canalizan a través de facebook. La cara y la entraña del periodismo han sufrido profundos cambios. Se ha llegado a decir que de los "medios de masas" (mass media) se está pasando sin más a la "masa de medios" 
           Frente a la opinión clásica de la necesaria objetividad de la información expuesta por The New York Times, recientemente el inglés The Guardian ha reivindicado que la información aséptica hay que aliñarla también con el condimento más sabroso de las propias ideas. Acreditados periodistas de ambos medios (Bill Keller y Glenn Greenwald, respectivamente) han defendido sus posturas , en un debate que se ha entablado también en otros medios y por otros profesionales.
          Alguno ha destacado que es muy difícil -o imposible- eliminar de la información "el rastro personal-subjetivo" (Ana Azurmendi, profesora de la Universidad de Navarra). Es cierto que la elección de la noticia -la historia, en la acepción más amplia del habla inglesa-, o su enfoque cuando la noticia se impone por sí misma, llevan casi inevitablemente la impronta de la valoración personal. El Decano de la Facultad de Comunicación de San Pablo CEU ha llegado a afirmar, arriesgando tal vez demasiado, que "la profesión periodística no debe estar tan obsesionada por la objetividad sino por la intencionalidad", y, coherente con este principio, este profesor, José Francisco Serrano, ejerce un periodismo ciertamente muy combativo en un medio muy parcial hacia sus ideas, Alfa y Omega.  Para algunos, la revolución informática determina una inclinación de los medios hacia la subjetividad, hacia la transmisión de la noticia ya enfocada e interpretada.
          Esta movida hacia la subjetividad es un hecho evidente, que no considero precisamente que honre a la prensa y a los restantes medios españoles. Me resulta lamentable conocer con anticipación qué van a decir sobre las diferentes informaciones los principales medios de nuestro país. Están muy sesgados los medios, según sean su afiliación o sus simpatías, hasta el punto que parece haber dos Españas diferentes según se siga EL PAÍS-SER o ABC-COPE. Esta radicalización de los medios alaga a muchos oídos a los que les gusta que le digan lo que les gusta oír, pero no creo que suponga un beneficio real ni para la recta información ni para la mutua comprensión y acercamiento entre las diversas mentalidades españolas.
          Sin entrar en el problema filosófico de si es posible el acceso a la verdad completa, de si después de Kant la realidad no la percibimos siempre subjetivada, prefiero seguir pensando que la noticia debe ser siempre lo más objetiva que resulte posible -en la elección, en la extensión, en la titulación, en el tratamiento informativo que se le dé-, dejando para los editoriales y para los artículos firmados la valoración y la interpretación de los mismo. Modestamente considero que esto puede y debe seguir siendo verdad, incluso después de la revolución tecnológica.

Nota: Muchas de la referencias y citas aportadas están tomadas de una lejana y amplia información, firmada por Rosario G. Gómez en EL PAÍS, del 29 Diciembre 2013. Las interpretaciones, con todo, son personales.

domingo, 16 de febrero de 2014

PEDRO FABRO, NUEVO Y PECULIAR SANTO

          Me sorprendió mucho que, al dar la noticia sobre la canonización algo extraordinaria de Pedro Fabro, un periódico normalmente bien informado en temas religiosos, ABC, la refiriese en francés a "Pierre Favre", como si este nombre no tuviese uso en español. El propio Papa Francisco, antes de hacerlo santo, se había referido a Pedro Fabro como "una figura que los jesuitas conocen, pero que no es muy conocida por lo general".
          La canonización fue "algo extraordinaria" porque el Papa Francisco no siguió el lentísimo procedimiento ordinario normal en estos casos, sino el llamado "equivalente", según el cual y por la propia autoridad que le compete, el Papa establece para la Iglesia universal el culto y la celebración litúrgica de un santo, sin atenerse a otros trámites y sólo mediante la firma de un decreto. Este mucho más rápido procedimiento, con todo, cuenta con una rigurosa regulación de Benedicto XIV -data del siglo XVIII-  y ha sido recientemente utilizado por el propio Papa Francisco para Santa Ángela de Foligno y por su antecesor para los casos de Juan Pablo II y Juan XXIII. La aplicación ahora a Pedro Fabro resulta del todo explicable conociendo el alcance impresionante de su vida.
          Lo que más impresiona de la vida de Fabro es que, en los solos 40 años que vivió (1506-1546), pudiese completar aspectos tan importantes. Nació y tuvo su infancia en la región alpina de Saboya, y se sabe de esta época que guardó ovejas en aquellos altos montes y que tuvo un gran preceptor que orientó su vida hacia los estudios.
         La segunda época de su vida la vive en París, en la Universidad de la Sorbona, donde pasa una decena de años adquiriendo una solida formación, que dará gran hondura a su corta actividad apostólica posterior. En París, comparte aposento estudiantil con los posteriormente santos Ignacio de Loyola y Francisco Javier y, durante 30 días, hace con Ignacio unos Ejercicios Espirituales que determinaron por completo el curso de su vida posterior. Cuando los siete primeros compañeros de Ignacio deciden formar grupo, con pobreza y castidad, es el único que ya es sacerdote y es por eso el que recibe los votos de sus compañeros.  
          A la actividad apostólica sólo dedica Fabro su última decena de años, desde los treinta hasta los cuarenta años con los que muere. Deslumbran sus documentados recorridos por toda Europa, sin medios rápidos de comunicación: de París, a toda la Italia del Norte y a Roma; luego, Alemania, asistiendo en Worms (1540) y Ratisbona (1541) a reuniones con protestantes; después funda los primeros colegios jesuíticos en España (Alcalá, Valladolid); de nuevo Alemania y Bélgica; vuelve a la península ibérica (Portugal y España), para volver a Roma, donde muere a los pocos días de su llegada. Confiesa él que vive "como perpetuo extranjero..., he cambiado de casa muchas veces. Seré un peregrino por todas partes a las que me conduzca la voluntad de Dios mientras viva".  Le esperaban en el Concilio de Trento, y el gran teólogo y compañero suyo Laínez escribe de él: "El Maestro Fabro se halla en otro mejor Concilio, porque pasó de esta vida el primero de Agosto (1546)".
          De Fabro dijo San Ignacio que era el que mejor llegó a dominar la técnica de los Ejercicios, "tenía el primer lugar en dar los Ejercicios". Pero lo que más sobresale de él era el encanto que tenía en el trato humano. El más huidizo de los siete primeros compañeros de Ignacio, el portugués Simón Rodríguez, dijo de Fabro muchos años después de su muerte, en 1577: "tenía una alegre dulzura y una cordialidad que yo jamás he encontrado en nadie; tuvo la más encantadora suavidad y gracia que he visto en mi vida para tratar y conversar con las gentes; con mansedumbre y dulzura ganaba para Dios los corazones de aquellos con quienes trataba".
         Sus extraordinarias dotes para la conversación fueron utilizadas por san Ignacio, al enviarlo directamente "al núcleo de una Europa en conflicto". Como ha afirmado también de él el actual P. General de los jesuita, Adolfo Nicolás, "Fabro trabajó con intensidad por mantener la unidad y construir la paz en una Europa crispada teológicamente y enfrentada por cuestiones religiosas y conflictos político-eclesiales". Tal vez el secreto de su buen trato estuviese en lo que él demandaba: "quien quisiere aprovechar a los herejes de este tiempo ha de tener mucha caridad con ellos y amarlos in veritate, comunicando con ellos familiarmente". El complemento de su secreto estaba en su plena confianza en Dios, pues "es él quien obra todo en nosotros y por quien actúan todas las cosas y en quien subsisten todas".  
          Los entrecomillados son de Memorial, una obra aubiográfica suya que merece ser leída. La apacible y al mismo tiempo deslumbrante figura de Pedro Fabro merece que el comentario de hoy se haya extendido algo más de lo normal. Punto final, por tanto.
 



 

domingo, 9 de febrero de 2014

¿REVOLUCIÓN DESEADA?

          "Hemos perdido últimamente tantas cosas que ahora ya hemos perdido el miedo". Este comentario, atribuido a un vecino del polémico barrio zaragozano de Gamonal, servía a un comentarista reciente de prensa para evocar la revolución pendiente, que no acaba nunca de llegar...
          Sigo con interés las referencias a los movimientos colectivos de protesta -con denominador común de manifestaciones de insatisfechos-  que se han venido celebrando en los últimos tiempos en España y en el exterior, y me sorprende la diversidad con la que son contados y valorados estos sucesos.
          Algunos, los condenan como productos inequívocos de los antisistema, que buscan objetivos quiméricos por caminos situados al margen de la democracia formal. Otros,  los acogen con simpatía, casi los jalean, viendo en ellos la aurora de la posible revolución que algún día tendría que llegar.  En algunos países -Túnez, Egipto, Libia, como es sabido-, estos movimientos han producido clamorosos cambios de gobierno. En otros -Ucrania, Siria, Brasil, Chile- se reiteran las manifestaciones masivas de protesta, de intensidad diversa y de resultados aún no del todo contundentes.
          En España hubo amagos importantes de estas protestas callejeras masivas, posteriormente diluidos sin trascendentes consecuencias. El último brote destacable ha sido el de Gamonal, donde las manifestaciones en Zaragoza y sus réplicas en bastantes otras ciudades españolas, parecían desbordar mucho los márgenes de una discusión municipal sobre el trazado de una avenida y de un bulevar. Algunos parecían detectar la chispa provocadora de un posible incendio mucho mayor. 
         Me llama la atención el supuesto deseo de que estalle la situación actual, ese complejo fenómeno al que se suele  llamar crisis. En general y simplificando, la izquierda comprende mejor y hasta simpatiza con estas manifestaciones, mientras que la derecha no los entiende y hasta las demoniza. Algún comentario he visto que se remonta a la revolución inexistente en la reciente historia de España para interpretar los soterrados deseos de revolución que, más o menos claros, aparecen ocasionalmente en nuestra variopinta sociología actual. Es claro que los que simpatizan con el gobierno actual y ven como positivos sus intentos de reconducir la situación económica se encuentran muy distantes en la valoración de estos hechos que los que consideran detestable e incomprensible la dinámica del actual gobierno. Siempre, tristemente, la diversidad y el enfrentamiento de las dos Españas. 
         Dejo abierta la interpretación completa de estos complejos fenómenos. Intuyo y hasta desenmascaro que la valoración final se fragua mucho más arriba de los mismos hechos, cuando el río está todavía próximo a sus primeros manantiales y puede incluso derivar por una u otra vertiente. Cuando se llega a la discusión de lo inmediato, las opiniones están ya tan diferenciadas y hasta enfrentadas que hacen muy difícil el diálogo sobre éste y sobre otro cualquier tema opinable. Y en este tema concreto, me atrevo a opinar que una revolución, la ruptura de un sistema -máxime si es democrático-, es un peligro muy arriesgado como para tocarlo sin mucha seriedad, un fuego con el que no resulta aconsejable jugar.  

miércoles, 5 de febrero de 2014

ARCOS DE LA FRONTERA


 
 
            Hay pueblos que bien merecen un viaje para conocerlos. Sorprenden por su fisonomía, por la estructura de sus calles, por sus monumentos, por su originalidad topográfica. Arcos de la Frontera es uno de estos pueblos.

            Su situación, en lo alto de una gran loma rodeada de llanuras, obliga a ver Arcos desde todas sus cercanías. Pero el pueblo desborda la loma, despeñándose por sus flancos, extendiéndose ampliamente por todos sus aledaños. Como muchos pueblos grandes de la provincia de Cádiz, Arcos sobrepasa las dos decenas de mil de habitantes, convirtiéndose en la cercana capital de todos los hermosos pueblos blancos de la comarca.

            Lo sorprendente de Arcos es el casco viejo de la ciudad, encaramado en lo alto de la loma. Los fines estratégicos militares de las épocas antiguas –el pueblo estuvo situado en la frontera, como lo atestigua su nombre- serían los que condujeron a construir un pueblo en un lugar tan escarpado. El pueblo arranca desde la más lejana antigüedad, hasta el punto que sus guías hablan de sus orígenes prehistóricos y neardeltanenses. En época romana debió ser ya importante, por los vestigios que aún se conservan de esta época. Pero he oído que fue en el largo periodo árabe cuando se trazó la singular y peculiar estructura de sus calles. Lo que más llama la atención del pueblo es el conjunto de las calles del casco antiguo, muchas con escaleras y pasamanos en las paredes. Los rincones que estas empinadas calles provocan desbordan el tradicional imaginativo de lo que es una ciudad. Pasear, trepar, por estas calles, es echar a navegar la imaginación por cuentos de hadas, por pasados remotos de ensueño. 

            El pueblo debió ser rico, porque el caserío antiguo así lo denota. Hay un castillo, un par de Iglesias catedralicias –Santa María y San Pedro-, palacios importantes y bellos, más un conjunto abundante de portadas y portalones indicativos de un pasado mucho más rico que el actual. El conjunto arquitectónico del casco antiguo, no sólo es bello y sorpréndete por su estructura arracimada, sino que habla de un notable poderío económico, elocuente del florecimiento económico que el pueblo tuvo en otras épocas. 

            En el pasado no muy remoto, el pueblo debió tener una óptima conservación, pues el blanco de sus calles es inmaculado, la señalización muy cuidada y el cuidado de los detalles meticuloso. Así, son hermosísimas las columnas y capiteles en las muchas esquinas, o  resultan impresionantes las pequeñas lápidas con versos de poetas famosos nativos y foráneos cantando a Arcos. Pero la imperiosa realidad de la crisis económica también está presente, pues son por desgracia frecuentes los se vende o se alquila. En el momento actual, se echa de menos la falta de industria, pero a la amplia población le quedan los recursos de la antigua y buena agricultura y el salvavidas muy fuerte del turismo, con muy abundante cultivo de todos los recursos de la restauración y el hospedaje y un moderno Centro de Interpretación que lo mantiene y lo cultiva.

            Hace años, pasé una vez sólo unas pocas horas en Arcos. Pero ahora, por circunstancias que no vienen al caso, he parado más de una semana en Arcos, en el casco antiguo, y puedo certificar que el viaje para conocer esta ciudad merece muy cumplidamente ser realizado.